A lo largo de mi vida, he vislumbrado fragmentos dispersos de lo que más tarde se convertirÃa en una de las ideas centrales detrás de Intent Sync. Viviendo entre el código y el sonido, a menudo me preguntaba: ¿por qué la música debe ser una grabación estática? ¿PodrÃamos crear algo más inteligente: audio que se adapte, que suene diferente y que responda al oyente?
Tras décadas de investigación técnica sobre el poder transformador del sonido, junto con estudios de psicologÃa, narrativa (storytelling) y las historias que moldean la mente —y a través de experiencias mÃsticas personales que me transformaron desde dentro—, la intuición susurró: era el momento. El momento de crear algo significativo más allá del beneficio económico. La vida no habÃa salido como la habÃa planeado, y eso solo podÃa significar que me tenÃa reservada otra dirección, una que habÃa estado esperando todo el tiempo. Era hora de usar mis habilidades para la transformación positiva en un mundo que la necesitaba desesperadamente.
Entonces, a mi padre le diagnosticaron leucemia aguda, una enfermedad incurable que, para alguien de su edad, progresarÃa rápidamente, con una esperanza de vida de menos de un año, quizás incluso meses.
Ante esta noticia devastadora, trabajé sin descanso —dÃa y noche— en la primera versión prototipo de Intent Sync, especÃficamente para él. Si existÃa la más mÃnima posibilidad de un milagro a través de la intención y el sonido, tenÃa que intentarlo.
Conseguà entregárselo a tiempo, y escuchó esas primeras sesiones cerca de media docena de veces. Estaba contento y agradecido por ellas, pero yo sentÃa que le estaba fallando mientras lo veÃa debilitarse.
A medida que la enfermedad avanzaba, se volvió demasiado débil para levantarse de la cama, delgado y frágil, comiendo poco, consumido por la depresión. Empezó a pedir morir. Verlo apagarse mientras mi propia creación no lograba el milagro que yo habÃa esperado me dejó devastado. Me sentà impotente: el proyecto, el sueño, la promesa de transformación a través del sonido se me escapaban.
Entonces llegó su último dÃa.
En uno de sus últimos momentos de consciencia en casa, algo me impulsó a actuar. SabÃa que este momento llegarÃa —sintiendo que el final de su vida en este plano estaba cerca— y sentà un profundo impulso de moverme. Cambié su cama de sitio y abrà la ventana para que el aire fresco y la luz del sol pudieran tocar su rostro, un calor que no habÃa sentido en semanas.
Sosteniendo su mano, junto a mi madre y mi hermano, sentà un fuerte impulso de preguntar: "Padre, vivamos. ¿Quieres vivir?"
Al principio, se resistió. Luego, por un breve y milagroso instante, vi la esperanza parpadear en sus ojos casi cerrados. De repente, con una claridad que me cortó la respiración, sus ojos se abrieron de par en par: verdes, brillantes, vivos de nuevo. Apenas capaz de hablar al principio, sus palabras eran entrecortadas, pero luego, más fuertes, más seguras de lo que habÃan estado en meses, susurró desde lo más profundo de su ser: "Quiero vivir".
En ese momento, todo cambió. Comprendà que el verdadero poder de la sanación que habÃa estado buscando nunca se trató solo de salvar el cuerpo — a veces, eso simplemente no es posible. Se trataba de algo mucho más profundo: el despertar del alma misma. La fuerza de la intención lo habÃa alcanzado, no solo a través de él sino también de mÃ, y juntos, algo se encendió. Algo se movió más allá de lo fÃsico, disolviendo meses de desesperación. Por ese instante sagrado, él estaba plenamente presente — vivo en espÃritu, entero otra vez.
Recordaré esa mañana por el resto de mi vida.
Una semana antes de ese dÃa, pensando que podrÃa ser el último, le hice una promesa en la habitación del hospital. Las palabras brotaron de mÃ: que dedicarÃa mi vida a crear verdadera sanación y transformación a través del sonido y la intención. Le prometà que su vida tenÃa sentido, que era parte de algo más grande, y que encontrarÃa formas reales de usar la tecnologÃa —guiada por la intención pura— para ayudar a otros a sanar, crecer y transformarse. Le dije que no me detendrÃa hasta conseguirlo.
Después de que falleció, esa promesa volvió a mà una y otra vez —más fuerte, más clara—, llenándome de propósito y dándome la fuerza para continuar.
Ahora él vive dentro de mÃ, y esa determinación sigue creciendo cada dÃa, guiándome a expandirme desde la aplicación Intent Sync hacia algo más grande: Intenters.org — de una aplicación a una misión, de uno al colectivo. Nacido del amor, la pérdida y una promesa inquebrantable de usar el sonido y la intención para ayudar a las personas y a nuestro mundo. De una intención a muchas; algo más grande que yo, para todos los que resuenen con ello y estén listos para ser parte.
Por eso existen Intenters.org e Intent Sync. Por eso cada sesión de intención importa.
Escribà esto con los ojos húmedos y el corazón abierto, como si hablara con un amigo, para todos los que han conocido la pérdida, la desesperación y la búsqueda de sentido y cambio.